
La serie está
creada por la estupenda autora de Weed Jenji Kohan y protagonizada por una sorprendente Taylor Schilling en el papel principal. Ahora bien, aunque Taylor
está insuperable, lo que a mí más me ha enganchado de la película son los
personajes secundarios. Se les va presentando poco a poco, capítulo a capítulo
de manera muy solvente. Su comportamiento es siempre coherente y poco a poco te
van desgranando sus por qués, algo de su vida anterior en la cárcel a través de
magistrales flashback. A los personajes a veces les quieres a veces les odias
no hay buenos o malos en la manera tradicional, todos tienen sus matices y
aristas. Se presenta magistralmente la psique de cada uno de los personajes, desde
la protagonista hasta su familia snob, su novio y su mejor amiga dándonos la
visión de su nueva situación en el exterior, de las reclusas como la rusa “mafiosa”,
las lesbianas, la negra inmigrante, la yonki… la de los funcionarios de
prisiones…
La verdad es que la serie
se define como tragicomedia pero es un dramón. Sí, hay escenas del día a día
divertidas, incluso te ríes pero cuando terminas un capítulo y recapitulas… es
un drama. A los personajes la vida les trata mal y ellos tratan mal en un
círculo viciado que tiene su éxtasis final en el último capítulo, que te deja
sin respiración de tal manera que no sabes si quieres seguir viendo la serie
una temporada más, porque la verdad es que es un drama, y coges tanto cariño a
los personajes que no te decides a seguir viendo como la vida les putea y
machaca hasta el extremo. Porque pocas cosas buenas les pasan en la serie…
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